La actitud a la hora de afrontar una entrevista
Anteriormente pudimos leer en este mismo blog un artículo con cinco claves que te se explicaba una forma de afrontar con éxito una entrevista de trabajo. En la misma línea, el siguiente texto propone una reflexión sobre nuestra actitud personal a la hora de enfrentar la entrevista, intentando penetrar por algunas barreras de la cultura empresarial dominante en nuestro entorno.
Empecemos con un ejercicio de imaginación: piensa en aquellas preguntas que has escuchado tantas veces en las entrevistas de trabajo y prueba a reformularlas como si tú se lo preguntaras al entrevistador.
- ¿Por qué cree usted que debería trabajar en su empresa?
- ¿Quién fue su último empleado? ¿Por qué se fue?
- Dígame tres virtudes y tres defectos de su empresa.
Lo más probable es que causemos impresión en nuestro interlocutor, pero no necesariamente de la buena.
¿Pero por qué suenan tan raras estas palabras en boca de un potencial empleado?
Por un lado, partimos de una cultura empresarial muy jerarquizada donde, hasta hace no mucho, a los superiores se les trataba de “don” o “doña” (generalmente “don”, pero ese es otro debate), o donde la estabilidad económica primaba sobre la estabilidad emocional en el trabajo.
Y por otro lado, una tasa de desempleo como la que padecemos actualmente en España sitúa a los demandantes de trabajo en una posición de aparente inferioridad respecto al empresario. La competencia es dura y quizá las empresas no se dan de tortas por contratarnos, pero esto no es excusa para que adoptemos una actitud de sumisión que no beneficia a ninguna de las dos partes.
El lenguaje tampoco ayuda. Cuando hablamos de la oferta y la demanda en el mercado laboral, tendemos a ubicar a cada parte siempre en el mismo lado: la empresa publica una “oferta de trabajo”, mientras que el trabajador es el “demandante de empleo”.
¿Por qué no le damos la vuelta? Yo, como trabajador, tengo un perfil concreto y “ofrezco” unos servicios determinados. La empresa, en un momento dado, requiere cubrir una necesidad y para ello “demanda” los servicios que yo le puedo ofrecer.
Con todo esto no quiero decir que nos creamos imprenscindibles de la noche a la mañana, pero lo que propongo es interiorizar una actitud diferente, no de superioridad, sino de igualdad respecto a nuestro potencial contratante. Al fin y al cabo, si pasamos el filtro de selección hasta llegar a la entrevista es porque tenemos unas destrezas que encajan con lo que busca la empresa, y si finalmente nos contratan (y si decidimos trabajar con ellos) es por nuestra valía como profesionales y nunca por caridad.
Muchos de nosotros acabaremos montando nuestra propia empresa y, quizá, algún día necesitemos contratar a alguien (o colaborar con alguien). En nuestras manos está interiorizar estos matices para que, poco a poco, se vaya transformando la cultura empresarial y se logre un mercado laboral más sano e igualitario.
Jaime Arribas Leal — @trendingtopic, Programa Marketing Digital Generation Spain